Por Mario Luis ALTUZAR SUÁREZ
-…queman mis lágrimas, mis manos que las enjugan en mi mejillas ajadas, Tata Dios! Otro día sin mercar. Los que llegaron, por su trato malo, sus gritos, ofrecían tan poca paga por mis canastos, mis bolsas, cada una de las piezas tejidas de palma. ¡Ni siquiera pa’dar lo de la palma. Otro día, Tata Dios,¡ sin comer! No alcanza el llanto para esta hambre. Si eso mandas, hágase tu voluntad’.
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