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Por Martín de J. Takagui
Es una idea absurda, pero está creciendo entre algunos sectores de la sociedad mexicana; es algo que nadie pensaría en serio en pleno Siglo XXI, cuando el mundo acaba de vivir momentos de tensión que podrían estallar una Tercera Guerra Mundial.
¡Que Estados Unidos invada a México!
Es una locura, a nadie nos gustaría que eso sucediera, pero el problema es que quizás no se trata de un disparate que se haya contagiado de un momento a otro sin motivo ni razón.
Hay quienes, al ver las presiones a las que ha sometido Donald Trump al gobierno de México, con los aranceles, con denominar a los grupos narcotraficantes como terroristas o decir que quiere mandar soldados a que combatan a los narcos, han dicho que ’Trump podría ser el mejor presidente de México’.
El que los narcos sean para Estados Unidos terroristas, de acuerdo con los leyes le facultaría para entrar a cualquier territorio fuera de sus fronteras para combatirlos con sus armas y sus soldados, como lo hizo en Afganistan y en muchos otros lados, porque a Estados Unidos no le faltan pretextos.
Pero volviendo a México, quienes se han pronunciado en favor de una invasión de los vecinos del norte, quizás lo dicen porque cada día que pasa, cada ley que aprueba el Congreso de la Unión, cada vez que se consolida más el poder de Morena y sus transformaciones, las cosas se ven con otros ojos.
Hasta el año 2018, había un árbitro electoral, llamado Instituto Nacional Electoral; había un Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, ambas instituciones con absoluta independencia y autonomía para tomar sus decisiones.
También había un Poder Judicial, integrado, en su cabeza, por la Suprema Corte de Justicia, que reunía a los mejores juristas y constitucionalistas reconocidos por toda la nación; también había instituciones que se encargaban de vigilar el buen funcionamiento de los entes de gobierno y que supervisaban su buen funcionamiento.
En ese marco institucional y legal, los avances democráticos se lograron hasta permitir la llegada de quien por dos décadas intentó una y otra vez llegar al poder, ese político disruptivo de quien dijeron algunos que ’AMLO es un peligro para México’ y así fue: llegó al poder en 2018.
Esta destrucción del entramado legal e institucional hoy es un obstáculo para quienes piensan que por la vía democrática México llegaría al orden constitucional, como fue construido desde 1917 y que, si bien fue transformándose, en ningún caso se llegó a debilitar tanto a uno de los tres soportes de la República, que son los Tres Poderes de la Unión: el Ejecutivo el Legislativo y el Judicial.
En estas condiciones la verdad es que sería muy difícil que por la vía del voto, en el corto plazo un partido político diferente a Morena llegue al poder, como también sería imposible que los impresentables partidos de oposición logren una mayoría en las urnas y mucho menos con quienes hoy se encuentran al frente de esos viejos partidos que entre todos no armarían un solo candidato ganador.
Sería impensable, pero al parecer se trata de una alternativa desesperada, que llegue alguien más, un presidente fuerte, que entre por la fuerza a México para poner orden. Por supuesto que quien escribe estas letras no está de acuerdo. Yo nunca pensaría que fuera mejor que vinieran los gringos a imponer acciones, políticas y menos aún sus leyes.
Lo mejor es dejar pasar esta idea como una anécdota, como un sueño bizarro, como algo que sigue siendo la misma broma de que Trump será el mejor presidente de México.
Hoy lo más importante es que la sociedad y todos los ciudadanos alcemos la voz, que le digamos no a quienes están acabando con las instituciones y como quiera que sea evitar que la popularidad de los gobernantes siga creciendo, porque lo están logrando a costa de la democracia.
Todos desde nuestra trinchera debemos hacernos escuchar.
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